Enrique Samuel: “El Diablo” suelto

*La escasa protección de los árbitros ante la alevosía de los rivales, terminó dando al traste con esta joya del fútbol nacional.

En el ejercicio de consolidar un once ideal del Mineros de Guayana de todos los tiempos, tiene reservado un puesto Enrique “Diablo” Samuel. La historia del delantero más vistoso y recursivo que tuvo el equipo negriazul, a partir de 1985, está llena de notables actuaciones a la par de contrastantes vivencias.

Aunque nació en Maracaibo, Samuel vive en Puerto Ordaz desde la edad de 2 años.

Fue el técnico uruguayo Miguel Ángel Acosta, quien lo buscó un día para que probara en el primer equipo. Cuando dieron con la pista del morenito que venía de desquiciar a todos los que lo marcaron en un campeonato nacional de Trujillo, les costó creer que estuviera fajado en una partida de baloncesto, indetenible como Michael Jordan.

“¿Seguro que ese es el chico?”, dijo sorprendido Acosta a su acompañante y consejero Ramón Parra, entonces capitán del equipo. “Si profe, ese es el chamo”, respondió.

Samuel se acercó extrañado a aquellos tipos que lo señalaban. Eran los mismos que veía desde los escaños del maltrecho estadio Cachamay cada domingo, cuando iba al estadio a aupar a Mineros. Incrédulo, escuchó la invitación a entrenar y pasó dos noches sin poder dormir, esperando el día señalado.

Acudió a la parada de autobús, en la que recogían a un grupo de jugadores y no encontró a nadie. Claro, eran las cinco de la mañana y la cita había sido marcada a las siete. Cuando estaba a punto de pensar que era una broma, vio venir a Roberto “EL Tanque” Freites. Entonces comprendió que no tenía que pellizcarse.

La Pandilla del Sur

Samuel pasaría a formar parta de una generación que comenzó a cimentar la historia grande de la institución, a la que el periodista del diario El Nacional de Caracas, Cristóbal Guerra, le atribuyó el apelativo de “La Pandilla del Sur”.

No era para menos. Cheo Gómez, Ramón Parra, Roberto Freites, Anselmo Espinoza, Ñito Ruiz, los zulianos Alexander Hezzel y Adelis Fusil, los brasileños Ernesto De Souza y Wolney Da Silva, y el uruguayo Cardozo, conformaban aquel Mineros de la camiseta similar al Gremio de Porto Alegre.

“Quédate tranquilo chico, que pareces un Diablo y me tienes loco”, trató de amedrentarlo Parra, después de haberlo perseguido en vano por toda la cancha en un trabajo de marca individual.

Aquella frase habría sido escuchada por un oyente excepcional, que al día siguiente adelantaría en el diario regional Correo del Caroní la siguiente primicia: “El Diablo” Samuel puede debutar el domingo. Fue el periodista Iván García.

GRANDES DOTES

El salto fue prodigioso. Samuel creció como jugador y de repente todos comenzaron a hablar de su calidad técnica y de su agilidad, avales para asistir a unos Juegos Odesur en Chile y a las selecciones de mayores que cumplieron agenda en copas América y premundiales.

Rafa Santana, Luis Mendoza, Víctor Pignanelli y Carlos Horacio Moreno, fueron subyugados por la vistosidad y contundencia de este talento sureño, que atesoraba dotes difíciles de apreciar en un delantero de marca nacional.

Tanta fue la impresión que causó Samuel, que luego de ser protagonista de la mejor faena de Mineros de Guayana, al obtener el título de la Liga 88-89, y el cupo a la Copa Libertadores de América de 1990, vuela a Europa junto con el portentoso juvenil Stalin Rivas, para incorporarse al Estándar de Bélgica.

El delantero recogió mayores elogios que el estilizado volante zurdo de Unare, pero el sino de su carrera apenas comenzaba y tuvo que regresarse a Venezuela, dejando a los dirigentes belgas desconsolados.

La escasa protección de los árbitros, ante la alevosía que caracterizaba algunos jugadores del fútbol venezolano, terminó dando al traste con esta joya del fútbol nacional. Una lesión en el quinto metatarsiano de su pie derecho, producto de una entrada atroz, y el descubrimiento de un mal en sus rodillas, comenzaron a minar la carrera del más versátil atacante en la vida de Mineros.

La osteocondritis fue mellando el potencial y la valentía de Samuel para encarar los férreos defensores que nunca se cansaron de pegarle. Los intentos médicos del especialista Tulio Carta en Valencia no pudieron contrarrestar un mal que era irreversible, aunque Samuel se esmerara por retornar.

De hecho, pudo actuar por dos campañas consecutivas con Minervén de El Callao, entre 1995 y 1997, pero quedaban solo visos del extraordinario jugador que había brillado en Mineros y que en alguna oportunidad había sido requerido por el Deportivo Táchira como refuerzo para la Copa Libertadores, en la que el portero uruguayo Daniel Francovig le marcó un gol de puerta a puerta al Independiente de Avellaneda.

Hoy Enrique “Diablo” Samuel es un exitoso emprendedor con su propia empresa, una persona sencilla y humilde, que como en el fútbol, ha sabido driblar en la vida todos los inconvenientes para salir adelante.

Por Carlos Dickson Pérez