El país que yo quiero (segunda parte)

 

Reflexión: Después de casi 65 años, también uno se pegunta qué hice, qué estoy haciendo y qué podría seguir haciendo por mí País. El país que todos queremos. La pregunta clave: qué entendemos por País y si, todos estamos de acuerdo con el País que queremos.

«Cualquier tiempo pasado fue mejor”, Jorge Manrique (1440-1479), decía este literato español. Esta frase es muy común escucharla a los viejos, perdón a los de la otra generación.

De las décadas anteriores, tomo lo siguiente: De la década de los 50, “la seguridad de caminar por las calles”. De la década de los 60, “con poco se hace mucho”. De la década de los 70, “la capacidad de crear una nueva Venezuela, un paradigma diferente”. El no descalificar sobre la década perdida de los 80. De la década de los 90, “el aprender a desatrancar cuando el juego está trancado”. De los 2000, aprendo (liderazgo político) a cumplir las expectativas de un pueblo, para no llegar al desencanto, a la frustración y a la anomia. Y de la década próxima, nada, construimos el País y el liderazgo de la gente venezolana.

Un proverbio declara: “Sin una visión, el pueblo perece”. Este mensaje tremendamente orientador por un lado y por otro, lapidario con el destino de un país, una empresa o nuestra vida personal, lo sigo utilizando desde hace más de 30 años, desde que dicto talleres de crecimiento personal o desarrollo de negocios.

Un país con visión es porque cada uno de sus habitantes tiene una visión personal, un proyecto de vida. La suma de cada visión individual hace una gran visión de país. También puede generarse por los líderes de un país de proveer una visión de país que genere un proceso real, nutritivo, inspirador y congruente, que facilite la gestión cotidiana, el quehacer diario de cada persona, que hace el país. El todo es la suma de las partes.

Lamentablemente para Venezuela, cada día hay menos memoria descriptiva de nuestra historia, nuestras costumbres, nuestro rito, nuestros personajes, de nuestros hechos sociales, en fin de una cultura social, económica, política, es decir, nuestra vida como nación. La nueva generación tiene lagunas de formación de nuestro acervo cultural en todos los ámbitos.

¿Qué hacer, es la gran pregunta, la pregunta las 64.000 lochas (1)? Para mí, y no siendo un gurú, pero por sentido común me parece esto lo apropiado.

 

  1. Preguntarnos con claro discernimiento y sindéresis (el diagnóstico), si aquella famosa mancheta de Pedro León Zapata en el diario El Nacional, que describía a una Venezuela real era así, o era de otra forma, como: “Un país rico vestido de pobre o un país pobre vestido de rico”.

 

  1. Hacernos una pregunta personal: ¿Estoy dispuesto a hacer algo por Venezuela, pero estoy claro que seguramente las mieles del esfuerzo lo recibirán otros, la nueva generación?

 

  1. Hacernos otra una nueva pregunta personal: ¿Estoy dispuesto a asumir la Venezuela necesaria, pintarla o escribir un poema de acuerdo con lo que es y no a lo que suponemos que es, con sus potencialidades y debilidades?

 

  1. ¿Estamos dispuesto a cambiar la motivación al poder por la motivación al logro? Como diría el Doctor Manuel Barroso: más orientación del control interno de nuestras vidas, asumiendo que somos los protagonistas en vez de dejar al azar o la suerte, que nos conduzca en nuestras vidas el control externo.

Seguramente, habrá analistas de oficio que dirán que el problema no se resuelve de esta forma, lo cual lo dudo. Hoy, el problema más importante de abordar es la conducta del venezolano. Una frase que la llevo desde hace 40 años y me ha orientado en mi quehacer como persona es la siguiente: “El peor error es no hacer nada por creer que es poco lo que se puede hacer” E. Burke.

Después de haber llegado casi a los 65 años, a mí me ha dado resultado en algo… ¿por qué no a Venezuela en estos momentos?

 

(1). Programa de televisión de Radio Caracas, que se llamaba “la pregunta de las 64.000 lochas”, lo conducía el maestro Néstor Luis Negrón (+) y Doña Cecilia Martínez (+), a finales de la década de los años 50 y comienzos de los 60. Una locha son doce céntimos y medio. Un Bolívar son ocho (8) lochas, cuatro (4) medios, dos (2) reales. 64.000 lochas son 8.000 Bolívares, a 4,30 el dólar para los años 60.

 

Arturo G. Mengual: Egresado de la Universidad Católica Andrés Bello en Relaciones  Industriales. 40 años de experiencia como consultor en Modelo de Negocios, Desarrollo Organizacional y Recursos Humanos. Profesor de pregrado y postgrado en estos ámbitos.