El Arbitro: ¿Especie en vías de extinción?

Hubo un tiempo en el que los partidos de futbol se jugaban sin que nadie se encargara de poner  orden en la cancha.  Se jugaban, así pues, a la buena de Dios, en modo caimanera.  Pero hacia finales del siglo XIX apareció el árbitro, consecuencia lógica de la existencia de ciertas reglas. Lo hizo acompañado de dos jueces, uno de cada equipo, cosa que no fue,  desde luego, una buena idea, visto que muchas veces ocurría que costaba ponerlos de acuerdo en la apreciación de determinadas jugadas.

A partir del año 1891 cambió el esquema: el árbitro paso a ser la figura central  y era el único que sentenciaba, mientras los dos jueces se transformaban en sus asistentes, con la limitada función de ayudar al árbitro principal, ubicándose en cada línea de la cancha, responsabilizándose, sobre todo, de la difícil tarea de sentenciar el “orsai”.

A lo largo del tiempo, la FIFA ha ido procurando que el árbitro cuente con refuerzos.  Últimamente ha tenido a bien añadir un cuarto juez, un burócrata que no pareciera hacer mayor cosa, aparte de calcular el tiempo adicional que se debe jugar por causa de los ratos en los que se detuvo el juego y, por otro lado, transmitirle al juez principal, a través de unos adminículos electrónicos, alguna irregularidad que haya observado, poniendo cara de que le esta cosntando un chisme.

Un trabajo difícil y poco grato

Al árbitro se le dado, nada manos, que el encargo civilizatorio de regular la competencia en la cancha a fin de que no haya desigualdades ni violencia (recuérdese que el fútbol ha sido definido como “la guerra por otros medios”). Los árbitros son, así pues, los custodios del reglamento y del “fair play” predicado por la FIFA.

Encima de áspero e ingrato, su oficio es más complicado de lo que se suele reconocer. Su jurisdicción se extiende a lo largo de un enorme rectángulo y se prolonga durante noventa minutos  en los que debe generar varias decenas de decisiones, sin contar para ello con la mejor información posible (puede tocarle el ángulo más inadecuado para percatarse de un codazo, por decir algo) y, además, tomarlas frente a millones de personas que lo observan con una lupa empañado por el prejuicio del fanático. Por otra parte, debe anunciarla al instante, no puede dejar pasar ni siquiera un nanosegundo a partir del momento en que se produjo la zancadilla o el planchazo.  Se trata, finalmente, de un veredicto que resulta inapelable, nadie puede echarlo para atrás, ni siquiera él mismo, no importa que el televisor demuestre que se confundió. Además, los jugadores siempre tratarán de engañarlo, simulando una falta, por ejemplo un “piscinazo” dentro del área.

Y por si fuera poco todo lo anterior, el árbitro es con frecuencia el perfecto chivo expiatorio que justifica, desde el punto de vista técnico y emocional, la derrota del equipo cada quien.

El VAR estará en Rusia

En las recientes competencias europeas el arbitraje ha sido noticia muy relevante debido a ciertas decisiones controvertibles que determinaron el resultado de juegos muy importantes. Como cabía esperar, de nuevo se ha traído a la discusión pública la conveniencia del empleo de dispositivos tecnológicos que mejoren la administración de justicia sobre la cancha. En muchos otros deportes, este asunto es clavo pasado y han sido  aceptados, ajustándolos a la naturaleza de cada disciplina.

Pero en el futbol siempre ha habido serias resistencias, aunque ya se comienzan a ver algunos cambios, gracias, en cierta medida, al llamado caso FIFAGate, razón para que Gianni Infantino, actual jefe del balompié mundial, se haya empeñado en llevar adelante la política del juego limpio en el terreno de juego, mostrándolo como un gesto de rectificación tras el escándalo puesto al descubierto por el FBI hace tres años.

Así las cosas, se ha anunciado recientemente que en el Mundial de Rusia se contará  con el conocido VAR (video assistant referee).  Se trata de un sistema que utiliza un conjunto de cámaras que retransmiten las jugadas en una sala ubicada fuera del campo,  con el objetivo de revisar las incidencias relacionadas con cuatro aspectos : goles, penales, tarjetas rojas y confusión de identidad de jugadores. Funciona con un equipo de 3 árbitros que dispone de imágenes del partido desde distintos ángulos y pueden recibir preguntas del árbitro principal a través de un intercomunicador.

Sin embargo, la simpatía por la medida no es unánime. Hay, desde luego, fervientes partidarios del VAR y de otras medidas tecnológicas, argumentando que hacen más seguro el arbitraje, a la par que evitan los sobornos, así como otras acciones ilegales  que violentan el sagrado principio del “fair play”, buscando torcer los resultados conforme a determinados intereses.

Otros, por su lado, sostienen que al eliminar el error arbitral, se deroga aquella regla no escrita, vigente desde siglo pasado, que lo concebía como parte esencial del juego. Elimina, entonces, uno de sus encantos, la razón de ser de las tertulias y el condimento de un espectáculo que trasciende ampliamente lo ocurrido durante el partido. Por otra parte, hay también quienes sostienen que el VAR le quita dinamismo al juego, lo llena de interrupciones, lo “beisboliza, pues.

¿Una especie en extinción?

En fin, hay comentarios para todos los gustos. Mientras tanto, los entendidos en estas cosas afirman que el VAR es apenas el prólogo de una nueva historia que podría empezar pronto, a más tardar  dentro de una década, cuando sea tecnológicamente factible que los árbitros sean reemplazados por robots. Quedará, pues, cancelada la anterior discusión.

Pero la controversia seguirá de otro modo, bajo otros parámetros y motivos, pues, al fin y al cabo, siempre habrá quien alegue que hasta los robots pueden equivocarse y favorecer al equipo contrario.

Mayo 2108


Sentado en las Gradas por Ignacio Ávalos

Sociólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, con curso de especialización en Política Científica y Tecnológica en el Centro para Estudios del Desarrollo (CENDES) de esa casa de Estudios.
Ignacio Avalos Gutiérrez – iavalosg@gmail.com