Carlos Betancourt: el Cachorro de aquella Vinotinto  

“Pío” para su natal Cumaná. “Cachorro” para la familia Vinotinto.

Carlos Betancourt Campos, el muchacho criado con Leche Klim, como solía decir su primo Eutimio Lastra, siempre enseñó sus capacidades en pro de los resultados positivos que desde la opinión pública se le exigía al fútbol venezolano.

“A mí me tocó una época en la que había que sobreponerse y aprovechar cada oportunidad en la selección para dejar en alto al país”, confesó desde el zaguán de la casa de sus padres, en la calle Zea, cerca del casco central de Cumaná.

No era muy aplicado en el liceo, pero sus sueños de fútbol se alimentaban en el verdor del Parque Guaiquerí, donde, además, las matas de coco se transformaban en porterías. Allí también había ido Eutimio (18 años mayor que él), quien era su referencia como lateral derecho en el equipo amateur Tabacos El Peruano.

“Eutimio era un fenómeno, un defensa difícil de pasar; un tipo muy respetado y de gran humanidad”, comentó de quien también hubo de destacarse en la selección de Ingeniería de la UCV, entre 1958 y 1960.

 

Generación talentosa

Un tropel de regates de pierna zurda y proyecciones ofensivas documentaron el expediente de aspiraciones de Betancourt ante cazatalentos y entrenadores de turno.

Tras el subcampeonato con Sucre en el nacional juvenil de 1975 en Puerto La Cruz, debutaría, tres años después, en la primera división con el Atlético Zamora. “En ese tiempo, jugábamos uno o dos venezolanos”, señaló “Cachorro”, un apodo que le colocara su compañero uruguayo, Carlos Malceñido.

La luna de miel en Barinas duró cuatro años: en 1980 fue figura del plantel que alcanzara la Copa Venezuela. Hasta hace poco más de un lustro, dicho performance constituía un hito para este equipo, siempre animador, bravío en su reducto de La Carolina, pero que en ese entonces no podía superar el linaje que representaban Deportivo Táchira, Estudiantes de Mérida, Portuguesa FC, Atlético San Cristóbal, Galicia y Deportivo Italia.

“La final de esa Copa Venezuela se la ganamos a un gran equipo como el Valencia de ‘Cata’ Roque. En Barinas, hubo fiesta total”, recordó.

En su perfil de Facebook, el cronista barinés, Luis Edgardo Aguilar, rememoró otro momento estelar del cumanés: en 1982, en el partido para salvar la categoría, Zamora se valió de un gol de media distancia de Betancourt para batir al Deportivo Portugués.

“Le pegué fuerte y al ángulo, no pudo hacer nada Toro (Alexis, el guardameta del Portugués y quien fuera titular de la Vinotinto juvenil en el Suramericano de 1977 en Valencia)”, evocó.

Su andar por el balompié nativo prosiguió en Estudiantes de Mérida (1983), Deportivo Italia (1984), Nacional de Carabobo (1985), Salineros de Araya (1986) y Pepeganga Margarita (1987-1990).

También militó en Mineros de Guayana (1991), Industriales del Caroní (1992), Atlético Anzoátegui (1993) y Marinos de Sucre (1994).

“Al año siguiente, Richard Páez me llamó para ir a la ULA; agradecí que me tomara en cuenta, pero tuve que atender asuntos familiares y decidí retirarme”, indicó quien luego aceptara el cargo de entrenador de las selecciones de fútbol de la Universidad de Oriente (UDO), en Cumaná. Ya hoy está jubilado.

 

 

El oro de todo un país

Paralelo a la actuación en los clubes, fueron in crescendo sus presencias en la selección en competencias internacionales.

En los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1982, en La Habana (Cuba), formó parte del equipo que obtuvo la primera medalla de oro del balompié nacional en esas lides.

El oriental abrió la cuenta de la goleada 6-1 sobre Antillas Holandesas. Jugó todos los partidos. “Estábamos muy bien y cumplimos con el objetivo, aunque allá los campos eran unos peladeros de vergüenza (…) El juego de seminales que le ganamos 1-0 a Cuba lo vio Fidel Castro desde la tribuna”, relató.

Venezuela solo perdió con México en la ronda inicial, pero en el match decisivo operó la venganza a través de Bernardo Añor. “Esa generación tenía mucho talento con ‘Cheché’ Vidal, Añor, Zubizarreta, ‘Cherry’ Gamboa, ‘Fósforo’ Cedeño, Nelson Carrero y otros”, sostuvo Betancourt, quien para ese tiempo se desempeñaba como lateral izquierdo de ida y vuelta.

Integrar la comarca de zagueros no representó un obstáculo. En realidad, nunca renunció a jugar en la que consideraba su zona de confort: de tres cuartos de cancha en adelante.

“Sé que ‘Pequeño’ Rondón es el cumanés que ha hecho más goles en el fútbol profesional venezolano, pero él no tuvo una temporada de 21 goles como la mía con Pepeganga en 1988”, afirmó.

Betancourt no lograría el liderato de goles en la más elevada categoría, pero vistiendo la camiseta de Pepeganga anotó 46 dianas. Ello sin olvidar otra treintena más como máximo artillero en la segunda división con Salineros y el propio elenco neoespartano.

 

 

Irreverencia y dignidad

Como lateral iconoclasta, se cansó de proponer duelos y desbordar rivales en el fútbol de los Juegos Panamericanos de Caracas en 1983, lo que entusiasmó a miles de torcedores en el estadio Brígido Iriarte de El Paraíso.

Quien suscribe, en esos años de adolescencia, fue testigo del esfuerzo Vinotinto y el empeño de Betancourt por incordiar a la maraña celeste. No obstante, la ejecución del tiro libre de José Batista (“el pelón ese”, como se oía en los repletos pasillos del estadio caraqueño) resultó imposible para el meta César “Guacharaca” Baena.

“No debimos perder contra Uruguay esa tarde; hicimos méritos para, por lo menos, empatar”, reflexionó.

En el siguiente compromiso, la Venezuela de Manuel Plasencia venció 3-2 a Bermuda, pero no pudo acceder a semifinales.

Ese mismo año, ante Uruguay y Chile en Copa América, Betancourt fue titular en todos los cotejos de la selección nacional que dirigiera Roque.

En el Centenario de Montevideo, no solo se sufrió la goleada de 0-3 sino que hubo que afrontar la furia de los jugadores y la afición charrúa que reclamaban al merideño René Torres la lesión que apartó de aquel evento a su estrella, Fernando Morena.

“Prácticamente todos tuvimos que defendernos a golpes de las agresiones. Pasamos cuatro horas para poder salir del estadio”, precisó.

Venezuela cayó 0-5 versus Chile en Santiago y 1-2 ante Uruguay en el Brígido. En el lance de despedida, los criollos sorprendieron a los araucanos, que al igualar sin goles quedaron eliminados de esa Copa América.

“Le tapamos la boca al atorrante técnico de Uruguay (Omar Borrás), quien declaró que le íbamos a regalar la clasificación a Chile. Te cuento que en ese juego en el Brígido, el arquero de Chile, ‘El Cóndor’ Rojas, nos increpaba a medida que avanzaba el reloj y nos decía que los estábamos perjudicando”, abundó en su vivencia.

 

No fue penal 

Nacido en la Primogénita del Continente el 10 de noviembre de 1957, Betancourt fue labrando su prestigio de jugador técnico, pierna zurda educada y olfato de gol en las selecciones nacionales.

En 1985, se convirtió en el primer cumanés en disputar con la Vinotinto absoluta unas eliminatorias suramericanas al Mundial. Sin embargo, no llegó a intervenir con la plenitud que hubiese deseado: apenas alineó en el último de los seis partidos de la competencia. Fue en la derrota 0-2 contra Colombia, en el estadio Campín de Bogotá.

En esa 5ª presentación oficial con la selección de mayores, Betancourt se desplegó en la pradera siniestra. “En ese juego, perdimos con un penal que no fue. No lo hicimos mal, pero nos pegó la altura”, reconoció.

“Cachorro” no siente ningún rencor hacia Roque tras decantarse por la experiencia de Emilio Campos como marcador de punta izquierdo en esa eliminatoria. Cree que hizo los méritos suficientes para ser el elegido en la posición y de hecho, así lo esperó dada la confianza en los encuentros preparatorios.

“Yo me llevé siempre muy bien con Emilio. Esa decisión de Roque, la respeto. En esa selección había jugadores bien dotados técnicamente como William Méndez y Carlos Maldonado. Creo que merecimos mejores resultados ante la Argentina de Maradona (2-3) y Perú (0-1) en San Cristóbal,” contó Betancourt.

En Pueblo Nuevo, el cumanés siempre anduvo cómodo. Allí marcó varios goles como ariete de Pepeganga Margarita. Lástima que una encomiable primera rueda en la Copa Libertadores de 1990, en la que se derrotó a los uruguayos Progreso (1-0) y Defensor Sporting (1-0), así como a Mineros (2-1, con un tanto suyo), terminara en dos goleadas (0-6 en San Cristóbal y 0-3 en Buenos Aires) ante Independiente de Avellaneda en octavos de final.

“Pignanelli (Víctor, DT uruguayo y exseleccionador de Venezuela entre 1991 y 1992) me tuvo mucha confianza, valoraba mi trabajo. Pepeganga era un equipo aguerrido, sin complejos y por eso, dio esas alegrías en la Libertadores”, explicó quien fuera de la partida durante los ocho lances coperos.

Son innumerables los recuerdos. “Dan para hacer un libro”, sonrió Betancourt, mientras saludaba a sus paisanos en las distintas locaciones de la Primogénita del Continente donde se desarrolló este diálogo.

Cuando hablaba, sus ojos no dejaron de admirar los sitios emblemáticos, recorridos entre anécdotas y añoranzas: la calle Zea, el Parque Guaiquerí, el río Manzanares, Playa San Luis, el Castillo San Antonio de la Eminencia, la Casa de Andrés Eloy Blanco, el Polideportivo ‘Lalito’ Velásquez…

Casi todo en su vida ha tenido que ver con el fútbol y Cumaná. “No es de otra manera”, insistió.

Y nadie podrá negarle que fue el Cachorro de aquella Vinotinto.

 

Rafael Lastra Veracierto

Twitter:@rala1970

rafaelastra@gmail.com 

Colaborador de VenezuelaFutbol