Niños de Belén y Cimarrones: cero a cero en Barinas

*Sudaron, posaron, gritaron, suspiraron… pero no mojaron: el cero a cero más sabroso del llano entre Niños y Cimarrones 

Crónica cortesía de Nelson Corredor
Antes que el gallo cantara en Mérida y mucho antes que el café se colara en Belén, los Niños —más bien veteranos con alma de muchachos— emprendieron su travesía hacia Barinas. No fue viaje, fue odisea: cruzaron Tabay con botas de caucho, esquivaron el barro de Escagüey como si fuera defensa rival, y en El Baho, pasaron más frío que maracucho en el pico Espejo. Pero llegaron. A las dos de la tarde, con los calzones empapados y el espíritu intacto, se instalaron en la posada Los Manantiales, donde el agua era más caliente que lengua de suegra. A las 4:00 p.m. debían estar en el estadio Cliver Chávez, pero como buen evento llanero, el partido empezó a las 4:35, porque la terna arbitral      —liderada por una llanera de belleza tan fulminante que dejó a los Niños más virolos que el loro de la posada— se retrasó por exceso de selfies. Pomponio, más emocionado que niño comiendo mocos, fue el primero en retratarse con la dama, aunque ya le esperaba una amenaza de divorcio en Mérida.
El once inicial de Belén parecía sacado de una novela de costumbres: En el arco, Chumi, que no se quitaba los guantes ni para comer empanadas y le dio por saludar a una perrita que luego perseguiría balones con ladridos e intentos de mordeduras, por lo que fue expulsada del terreno juego con la primera tarjeta roja del encuentro. En la defensa: Máximo por derecha, Cheo Mecánico y Toto en el centro, y Piyiyo por izquierda, que corría con más estilo que velocidad. En el medio campo: Coqui Corredor el Decano, Luis Torres, Segundo y Pomponio, que jugaba con más corazón que aire, siempre suspirando cuando aquella belleza vestida de negro pasaba por su lado, y en la delantera: El Chilango Olinto y Pilo, que prometían goles, pero entregaron suspiros que competían con los de Pomponio.

Valió la pena esperar por esta juez-árbitra, que posa junto al enamoradizo Pomponio

El sol barinés no perdonó. Bajo una pepa inclemente, los merideños sudaban la gota fría y la gota caliente. En el banco, Nelson afilaba ideas, Agüita Peña se hidrataba con papelón, Freddy y Américo hacían estiramientos que parecían coreografía de joropo, y Pelé —no el de Brasil, sino el de La Arenita, que en vez de gambetear rivales, driblaba las piernas de sus propios compañeros en el banco de suplentes- se atravesaba más que burro en procesión, y sus taquitos se perdían en el vacío, mientras que los refuerzos de Jesús       —Gallo, Paredes y Gavidia— esperaban su momento como espías en misión secreta.

 Tras los primeros 20 minutos, vino la hidratación y los cambios. Entraron Nelson, Nevera Maldonado (que enfrió el medio campo con su temple) y Agüita Peña, que le dio sabor al juego. En una jugada magistral, Olinto quedó frente al arquero cimarrón, y cuando el grito de gol se preparaba en las gargantas, Pomponio soltó el lamento andino: *“¡Olinto, qué hiciste, Olintoooooo!”*
En el segundo tiempo, Freddy y Américo entraron con ímpetu, y Pelé, ¡sí, por fin tendría la oportunidad, su entusiasmo era tal que hasta los Cimarrones le aplaudieron una jugada que terminó en saque de banda… ¡a favor de los llaneros! Jesús, en un acto de su fe futbolística, colocó a Gallo, que quiso cantar al atardecer pero se le fue el tono. Paredes y Gavidia, los importados de última hora, tuvieron menos minutos que un comercial de radio.

El tercer tiempo fue lo mejor, con comida, bebida, regalos y hasta un Mariachi

El marcador final: 0 a 0.

Pero el resultado fue lo de menos. Lo que quedó fue la foto con la llanera que arbitró el partido, las entradas de los llaneros a Nevera -que lo escogieron como la pera de boxeo del partido-, el barro en los zapatos, el grito y los suspiros de Pomponio, y la certeza de que en el llano, el fútbol se juega con alma, humor y un termo de papelón con limón. Un empate a cero y de acero, como las piernas de los longevos futbolistas.
Pomponio y el pitazo que casi da «el gordito”
Eran las 4:30 de la tarde y el sol de Barinas ya empezaba a calentar hasta los pensamientos. Pomponio, con el ceño fruncido y el reloj en mano, miraba el campo como quien espera una buseta en la parada después de las seis de la tarde, viene o no viene. El trío arbitral brillaba por su ausencia, y el presidente de Los Cimarrones FC, con voz de mando y barriga de parrilla, soltó la propuesta más arriesgada del torneo: “¡Que pite el gordito!”

El homenajeado, Pedro Barco (21), posa junto al técnico de Niños de Belén, Jesús Avendaño, Domingo Pomponio Sánchez y algunos integrantes del equipo anfitrión

El gordito, que no sabía si reír o correr, ya se estaba ajustando los cordones cuando, como en novela llanera, aparecieron los de negro. Y no eran cualquier trío: la jueza principal era una llanera de estampa fina, alta como palma de moriche y con mirada que hacía olvidar los fuera de juego.

Pomponio, que ya estaba por entregarse al destino, soltó un grito que se oyó hasta en el banco de suplentes: “¡De lo que nos íbamos a perder! ¡Noooooo! ¡Era mejor esperar cinco minutos que correr con el gordito como juez principal!” Y como buen romántico de cancha, suspiró, se peinó con la mano y se tomó una foto al lado de la dama, que más que árbitra parecía musa de torneo.
Desde ese día, Pomponio lleva la foto en el fondo de pantalla y el gordito… sigue esperando su debut.