Los Extranjeros y Nuestro Fútbol: Una Historia Necesaria
por: Luís Bernardo Vidal Noya
Leer los comentarios de hoy sobre la presencia de extranjeros en el fútbol venezolano invita a una reflexión serena, alejada de simplificaciones. Este fenómeno, lejos de ser nuevo, tiene raíces profundas en nuestra historia y una connotación que va mucho más allá del terreno de juego.
Para entenderlo, debemos remontarnos a un siglo atrás. Las dos Guerras Mundiales provocaron un éxodo masivo hacia América. Venezuela se convirtió en un hogar para miles de españoles, italianos y portugueses. Aquella primera ola migratoria, desde 1914, fue selectiva y emprendedora; fueron ellos quienes impulsaron industrias, comercios y la construcción, ayudando a cimentar el desarrollo del país.
Paralelamente, entre 1928 y 1960, vivimos la época de oro del fútbol venezolano. Un desarrollo que tuvo en los colegios católicos y los curas a sus grandes pilares. Sin embargo, en sus inicios, el fútbol en Caracas era un deporte de élites. El verdadero deporte popular era el béisbol, impulsado por el desarrollo de la industria petrolera y la influencia norteamericana; una hegemonía que, gracias a las Grandes Ligas, perdura hasta hoy.
He aquí una paradoja crucial: mientras el poder adquisitivo del venezolano en los años 50 era el mejor de América Latina, fueron los inmigrantes recién llegados quienes ayudaron a desarrollar el fútbol profesional. Si observamos los clubes desde los 60 hasta finales de los 80, era común ver más extranjeros que criollos en las nóminas. ¿La razón? No era un capricho de los dueños de los clubes, sino una cruda realidad económica.
El jugador criollo con talento optaba por la universidad. Una profesión liberal o técnica simplemente estaba mejor pagada. Es ilustrativo el caso del “Cholo” Tovar, quien, se cuenta, nunca llegó a cobrar por jugar al fútbol porque ganaba más como ingeniero. Las estadísticas no mienten: hubo clubes con 20 extranjeros y solo 2 criollos. Existían jugadores criollos muy buenos en las ligas de Distrito Federal y regionales, pero eran pocos los que deseaban dar el salto al profesionalismo. El fútbol simplemente no era una profesión bien remunerada.
Por ello, no es justo endilgar la culpa a nadie. No es cierto que los extranjeros prefirieran sistemáticamente a sus paisanos. La lucha de los criollos por balancear los equipos fue importante, pero el panorama cambió radicalmente con el Viernes Negro. La crisis económica cortó de tajo el dinero para traer «importados», forzando un giro hacia el talento local.
En este debate, hay medias verdades y medias mentiras. Es una media verdad decir que el fútbol de colonias incidió en su desarrollo, pero es una media mentira cargar las tintas contra él. Jugar como criollo en los 60 y 70 era difícil por la abrumadora cantidad de extranjeros, pero la deserción no se debió a una falta de oportunidades en el campo, sino a la búsqueda de un futuro más próspero fuera de él. La historia es compleja, y entenderla es el primer paso para no repetir sus errores.


