El Fútbol que merecemos: Una radiografía desde la cancha y el consultorio
por: Luís Edgardo Aguilar
Como profesional de la salud y cronista deportivo con cuatro décadas de travesía entre las clínicas universitarias de Odontología y el aroma a césped de los estadios de Mérida y Barinas, he sido testigo de una paradoja dolorosa en nuestro fútbol. La pasión que moviliza masas contrasta brutalmente con la gestión que lo condena. He palpado el pulso de este deporte, no solo desde la cabina de transmisión, sino también desde la cercanía de sus protagonistas, y la pregunta que resuena es ineludible: ¿Cómo aspirar a un «Fútbol Mejor» sin un país con instituciones que se apeguen al derecho y la ética?
La Dirigencia: Una Patología Institucional
El fútbol, en su esencia, es un motor social, un «entramado sociológico» vital. Sin embargo, su columna vertebral, la dirigencia, presenta síntomas de una patología crónica. He visto con desazón cómo directivos, cegados por la ambición o la ineficacia, mancillan la figura del atleta. No hablamos solo de errores administrativos, sino de un patrón de falta de respeto al profesional. Los jugadores, la razón de ser del espectáculo, a menudo son despojados de sus derechos, operando bajo condiciones laborales subóptimas y, en el peor de los casos, viendo cómo se «apoderan de lo que les corresponde» legal y moralmente.
Es un contrasentido que, existiendo capital para la inversión, se descuide el cimiento: las categorías menores.
La inacción en la formación de base no es solo un descuido deportivo; es una renuncia al futuro profesional de miles de jóvenes. Esta miopía gerencial se traduce, sin duda, en nuestro registro más amargo: ser el único país del continente sin haber clasificado a una Copa del Mundo FIFA de mayores. La falta de inversión y respeto por la base es el verdadero gol en contra.
La Justicia Deportiva: El Derecho del Más Fuerte
Mi experiencia me ha permitido conocer las interioridades de los entes encargados de dirimir conflictos. Y aquí, el diagnóstico es aún más sombrío. He presenciado la balanza de la justicia inclinarse sistemáticamente hacia el lado del poder, del capital, sin preservar el derecho del débil: el jugador. Aún con pruebas irrefutables que los favorecen, los futbolistas se encuentran a merced de decisiones sesgadas.
Un país que desea un fútbol profesional robusto debe garantizar que sus estructuras de arbitraje y decisión sean autónomas, transparentes y justas. La justicia deportiva debe ser un espejo de la justicia social; de lo contrario, se perpetúa un sistema donde la impunidad desmotiva la excelencia y destruye la confianza en la carrera profesional. Sin un marco legal y ético inquebrantable, cualquier aspiración de desarrollo es una quimera.
Propuestas para una Receta de Desarrollo Integral
Como profesional que entiende la importancia del desarrollo integral (físico, mental y social), creo que el camino a seguir debe basarse en una sinergia de responsabilidad y visión a largo plazo.
Rol del Estado como Catalizador:
Inversión en Infraestructura: El Estado debe priorizar la inversión en canchas, centros de alto rendimiento y espacios dignos. Infraestructura de calidad es el primer paso para la profesionalización.
Motivar a la Empresa Privada: Se necesitan políticas claras y atractivas que inviten a una empresa privada robusta a inyectar capital en la actividad deportiva, particularmente en el fútbol, el deporte global por excelencia.
El Futbolista como Profesional Integral y de Carrera:
Educación y Deporte de la Mano: Deben implementarse políticas que enlacen la educación formal con el conocimiento del balompié desde la más tierna edad. No se puede alejar al deportista del aprendizaje académico; la «intelectualidad del futbolista» no es una utopía, sino una necesidad para su vida más allá del césped.
Cuidado Científico y Nutricional: Desde mi óptica de la salud, es urgente que se provean los cuidados científicos a la salud de los practicantes, priorizando el requerimiento nutricional y los planes de entrenamiento, reconociendo al atleta como un ser biológico de alto rendimiento.
Un jugador sano, física y mentalmente, es un mejor profesional y un mejor ciudadano.
El fútbol es más que un juego; es el reflejo de la sociedad que lo gesta.
Si queremos un «País para el Fútbol» de primer nivel, necesitamos, ante todo, instituciones que respeten la ley, directivos éticos y un Estado comprometido con el desarrollo humano integral. Solo así el deportista dejará de ser una pieza intercambiable para convertirse en el profesional de carrera, empresario o comerciante con la dignidad y las herramientas que merece.
Es hora de sanar las heridas y jugar el partido de la honestidad y la visión de futuro.